Zapatero remendón ha empezado el remiendo huyendo con la pensión vitalicia y harto de no dormir por las noches con lo que tiene encima.

Las ojeras le han delatado como un funcionario rendido ante la evidencia de no haberse renovado el carnet de conducir el país. En este momento ni poniéndose la "L" de novato le dejarían conducir.

Pero tranquilos, que como he dicho antes, se irá con pensión y no aumentará el número de parados que están en el INEM haciendo cola día si, día también.

Su sucesor elegido a dedo se ha atrevido a decir algunas valentías que de cumplirlas se aproximaría a los "indignados", pero pudiera ser que al final hiciera como nuestro president de Catalunya, que hace justo lo contrario de lo que prometía en su programa electoral.

Se debería de llevar ante notario los programas electorales para evitar de volver a ser engañados como siempre.

También es el momento de que los movimientos reivindicadores acaben de hacer la transformación y que al frente se ponga un guía con prestigio intelectual suficiente como para poder arrancar un cambio social y político que dé los frutos del 15 M.

De hecho y por volver a uno de los eslóganes más gritados y escritos en las manifestaciones de última generación -democracia real ya-, deberíamos de volver a la democracía establecida por los antigüos Griegos y aplicar lo que se llamó "isonomía".

Este último palabro viene a pedir la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, al igual que pide el reparto equitativo de los beneficios de la ciudad -del país y las empresas en este caso-. Este sistema o filosofía incluida en la democracia, protege a los ciudadanos de las herejías de los oligarcas. En este caso el de los oligarcas económicos, los famosos poderes financieros que son capaces de hacer jaque al país más pintado.

La isonomía tiene una lectura humanista que le hace falta a esta pantomima de democracia que tenemos y que bien vista es aún peor que la democracia de los griegos clásicos que la fundaron. Pensemos que ellos por lo menos tenían la dignidad de reconocer a los esclavos como seres útiles para el trabajo, pero no para la intelectualidad; mientras que en la democracia actual nos señalan como los verdaderos intelectuales y creadores-desarrolladores de la política, a la vez que nos vejan con un trato a idiotas que no tiene equivalente en ningún momento de la historia.

Por lo tanto, se avecina el momento de no seguir siendo idiota y de que no nos vendan la moto; es el momento de reflexionar sobre el valor de cada voto y de la importancia que tiene el desacuerdo profundo que tenemos con nuestros oligarcas modernos y de actuar en consecuencia. Es el momento de mearse en las esquinas y no hacer caso a lo que nos dirán en la campaña electoral que no han dejado de hacer nunca, pero que van a potenciar más, es el momento de no amedrentarse con el miedo que nos meterán si votamos algo nuevo. En lo nuevo puede estar el error, pero puede estar el acierto.

Provemos a acertar, el desacierto ya lo tenemos.